LA PRODUCION DEL VINO
Por: Alejandro Álvarez - lne.es
La vendimia es mucho más que la recolección de la uva. El verdadero trabajo se realiza de puertas para adentro. Desde el estrujado o prensado de la uva, pasando por la corrección de los mostos, la maceración, el descubado (separación del vino), la fermentación, la clarificación, la filtración y la crianza (no todos los vinos), hasta el embotellado, pueden pasar hasta ocho meses de intenso trabajo. Alejandro Calvo, enólogo de Bodegas del Narcea, la mayor de la indicación geográfica protegida (IGP) del Vino de la Tierra de Cangas, fue el encargado de desgranar para LA NUEVA ESPAÑA los entresijos de este complejo proceso.
Una vez que la uva llega a la bodega, tras ser analizada por los técnicos del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario del Principado (Serida), órgano encargado de velar por el cumplimiento de los parámetros de calidad, lo primero que se hace es el despalillado de los racimos. Antiguamente la uva se echaba a cocer con el tálamo, pero los estudios realizados han recomendado separarlo antes del estrujado para reducir su acidez.
A continuación, el mosto obtenido es conducido hasta los depósitos de fermentación. En el caso de Bodegas del Narcea, estos tanques metálicos, que han venido a sustituir a las antiguas tinas de madera, pueden albergar hasta 15.000 litros de caldo. Durante este paso, conocido como maceración, el hollejo tiende a depositarse en la parte más alta, aumentando el riesgo de que el vino se pique. Para evitarlo y facilitar la mezcla, se realiza el remontado, que consiste en sacar el mosto por la parte más baja del tanque e introducirlo de nuevo por arriba.
«Con este proceso conseguimos que el líquido y el hollejo estén en permanentemente contacto. El vino resultante ganará en color y en sabor», detalla Calvo. Otra práctica desconocida hasta ahora -es de origen francés- que está cobrando fuerza es el denominado «delestage», que consiste en extraer todo el mosto de los tanques, quedando tan sólo el hollejo, y volver a introducirlo con mangueras a presión, consiguiendo, según este experto enólogo, extraer todas las propiedades de las pieles.
Llegados a este punto, tan sólo queda el proceso de crianza, o el embotellado en el caso de los vinos jóvenes. Este año Bodegas del Narcea espera producir unas 40.000 botellas (33.000 de tinto y 7.000 de blanco). Las variedades de uva que emplean en los tintos son el carrasquín, el albarín tinto, la mencía y el verdejo. En los blancos la variedad predominante es el albarín blanco. «Tendemos a los blancos monovarietales. Ése es nuestro objetivo», señala Calvo.
A diferencia de otras empresas elaboradoras de la IGP, en Bodegas del Narcea vinifican por separado, es decir, que las distintas variedades de mosto fermentan cada una por su lado. A pesar de que todos los estudios recomiendan mezclar los vinos resultantes, aquí no descartan producir en el futuro un tinto elaborado únicamente a base de albarín tinto. «Es pronto aún, pero tenemos muchas esperanzas depositadas en esta variedad», insiste este experto.
Otro aspecto que tener en cuenta es la limitación de la producción de las plantas. Esto, según Alejandro Calvo, reduce considerablemente el ciclo de maduración, libera de trabajo a las plantas y permite obtener una mayor graduación alcohólica, «un vino mejor estructurado». A pesar de que los tintos siguen copando la mayor parte de la producción, los blancos están al alza. Estos vinos, según los bodegueros, son mucho más fáciles de elaborar. Además, la IGP del Vino de la Tierra de Cangas dispone de una variedad, el albarín, que cuenta con un gran potencial. Los ciclos de maduración, aseguran, son más cortos y permiten vendimiar casi todos los años en septiembre, lo que evita que la uva permanezca expuesta al agua en exceso. «Nuestros blancos también aportan la acidez y la frescura que se le supone a este tipo de vinos», afirman los bodegueros, que están completamente convencidos de que el vino de Cangas va a ser más conocido por los blancos que por los tintos.
Otro aspecto muy a tener en cuenta de cara al futuro es la certificación de las plantas. Hasta ahora lo que se estaba haciendo desde la Asociación de Productores de Uva (Aprovican) era reproducir material vegetal: se recogían las plantas que se creía que eran de buena calidad y se enviaban a un vivero a injertar sobre patrones sanos. El trabajo del CSIC, según Calvo, es muy interesante y ha permitido certificar las variedades de albarín blanco y verdejo; pero lo que lamenta este experto enólogo es que esas plantas no estén respaldadas por un trabajo enológico.
«No sabemos cómo va a funcionar su uva. Todas las denominaciones de origen, incluso las que tuvieron una reconversión más reciente, como es el caso de las Rías Bajas, han empleado el mismo método de trabajo que estamos utilizando nosotros. Personalmente, no creo en la selección clonal, prefiero la diversidad de la planta natural», asevera. http://enologia.groups.live.com
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